Lo que más me cuesta es empezar. Me pasa con todo. No sé cómo empezar este post, más aún sabiendo que es el primero. Incluso con mi nuevo libro, La revolución neurodivergente: del manicomio a la academia, el primer capítulo fue mutando unas cuantas veces hasta su forma final.
Me gusta encontrarme sumergido en el proceso creativo, visualizar cómo va a continuar o cómo acabará, pero detesto dar los primeros pasos. Me gusta que el aprendizaje sea rápido para encontrarme de lleno con la inercia autista, en un evento circular sin principio ni final.
Para mí, este libro es circular. Está movimiento constante, va de un sitio a otro y, de alguna forma, ni acaba ni empieza. El inicio será tu predisposición como lector y el final tu propia reflexión, que están conectados. De hecho, el libro tiene un epílogo porque no podía acabarlo sin más.
No solo eso, este libro también es circular porque dibuja desde una perspectiva panorámica lo que ha supuesto ser una persona neurodivergente a lo largo de la historia, incluyendo la prehistoria.
Solo así uno puede darse cuenta de que algunas cosas son cíclicas mientras que otras son iteraciones alrededor del mismo sesgo, prejuicio o creencia.
Y creo, honestamente, que es la única forma de contar una historia. La progresión lineal hacia un horizonte infinito es una ilusión, porque siempre volvemos a los mismo sitios y transitamos lugares comunes.
En el fondo, no paramos de repetirnos las mismas preguntas: ¿estamos solos? ¿somos únicos? ¿esto que estoy pensando lo habrá pensado alguien más? Da igual que para responderlas usemos el arte, la ciencia o la filosofía.
En La revolución neurodivergente, he utilizado con frecuencia las ciencias duras (biología, genética, etc.) para responder algunas cuestiones, que para eso me acaban de nombrar doctor en neurofarmacología; en otras, he recurrido al arte, la sociología, la historia, … porque la humanidad no siempre ha tenido un termociclador a mano para hacer una PCR.
Además, qué es si no la ciencia más que la sistematización de la experiencia personal.
De hecho, escribir un libro es una experiencia personal en sí misma, por eso no he necesitado incidir sobre mi propia vida para rellenar las páginas. La elección de los temas, los capítulos o las palabras es algo personal. O el mismo título. De una manera extraña, es un texto casi autobiográfico.
Los temas elegidos, un tanto eclécticos y dispersos, constituyen un ejercicio de neurodivergencia inconsciente. De conectar patrones y poner sobre el papel largos hilos de pensamiento que, aunque a priori no lo parezcan, desembocan todos en un mismo sitio; el cual solo podrás descubrir tras acabar el libro.
Supongo que esto es un inicio…
Zorionak, doc!!
Me gustó mucho lo que escribiste , yo también soy neurodivergente y soy escritora y me gustaría algún día hacer un libro como ese .