Si en enero alguien me hubiera dicho que en un plazo de quince días defendería mi tesis doctoral y firmaría mi nuevo libro en la Feria del libro de Madrid, no le hubiese tomado muy en serio. Pero aquí estamos, aún con las emociones a flor de piel tras ver mi libro marchar bajo el brazo de gente que acababa de conocer. Ha sido toda una experiencia.
En lo personal, moverme por Madrid, acudir a la Feria, hablar con la gente, hacerme fotos, etc., ha sido todo un reto, pero de esos que cuando los superas te hacen sentirte realizado. Por supuesto, nada de esto lo hubiera podido realizar solo, ahí estaba Autiblog para apoyarme en todo, Autista de la Hostia para la parte de relaciones públicas y mi editor, Oihan, para lo que necesitara.
No creo que un evento así sea sencillo para nadie, aún menos para las personas discapacitadas, por eso no hay que sentir vergüenza de pedir ayuda. Somos seres interdependientes, nos necesitamos los unos a los otros, y está bien así.
Notas a pie de página
Una de las cosas que más me ha llamado la atención es que la Feria del libro es un evento social. Allí, la gente no va a comprar libros, que también, sino a encontrarse, echar la tarde y, con suerte, cruzar un par de palabras con alguien a quien admiran. Lo cual le da un cariz lúdico al evento, que puede contrastar con la tensión que vives como alguien que expone su trabajo en público.
Hay mucha gente en tránsito, para lo bueno y para lo malo. La gran afluencia de público es positivo para vendedores y autores. Es muy posible que entre toda esa gente haya alguien deseando encontrarse con tu libro. Ahora bien, en hora punta se complica cualquier esfuerzo sosegado por ojear los libros, conocer librerías, etc.
Alrededor de la Feria te encuentras con cajas vacías, plásticos y embalajes de libros, como si fueran carcasas y huesos en la trastienda de una charcutería. La carne es la pulpa de celulosa de los libros y los comensales somos los propios compradores. Libreros y libreras no paran de despachar la carne, soportado el calor ―las casetas metálicas donde se venden los libros son un verdadero horno― y nuestra indecisión. Por lo que yo experimenté, Madrid siempre parece una playa después de un temporal.
Otra de esas experiencias únicas es cuando te sientas en tu puesto, listo para firmar, con tus bolígrafos alineados y tu mejor sonrisa, y la gente pasa por delante, te mira de arriba a abajo, a ver si te reconoce. Entre todos ellos, unos pocos se aproximan para observar más de cerca el género. No sabría decirte a qué se parece.
Seguramente sonará a cliché, pero el hecho de poder intercambiar una palabras con quien compra tu libro, verle la cara y saber cualquier mínima anécdota sobre su vida, lo aleja de la mera transacción. Le da una transcendencia que, de otra forma, resultaría imposible de conseguir: cuando alguien compra un libro en su librería local, como autor, no sabes si esa adquisición le ilusiona, si le gusta la cubierta, si lo va a subrayar, … y, cuando lo termine, tampoco sabrás qué sabor de boca le ha dejado. Por eso, eventos así, tras todas esas capas de marketing y capitalismo, te dan algo que es difícil de encontrar en otro lugar.
De algún modo, no sientes que hayas lanzado una botella al océano para que, si hay suerte, un día alguien la encuentre.
Coincidencias
El mismo día de mi firma, Bob Pop también firmaba su libro De cuerpo presente, sobre la transformación de su cuerpo debido a la esclerosis múltiple. Me hacía especial ilusión verlo, así que, tan pronto acabé, me acerqué a su caseta sin mayor pretensión que atestiguar que seguía allí. Por fortuna, Autiblog me alentó a hablarle y, no solo nos firmó un ejemplar de su libro, sino que pudimos entregarle una copia del mío y de la revista autista. Fue un día muy bonito.
Me está gustando mucho, el libro con 225 pag está muy bien editado y escrito, es de lectura ágil y entretenida para cualquier persona, por lo que lo Recomiendo aquellas personas curiosas que buscan el porqué de las cosas. Lejos de ofrecer verdades universales, su autor invita a reflexionar, cuestionar lo que sabemos, lo que creemos saber y lo que oímos alguna vez de refilón, para detenerse a contemplar un terreno desconocido que se extiende ante nuestros ojos. Lo que una vez supimos constituye tan solo la antesala de lo que nos queda por conocer, así pues el libro es para disfrutar y dejarse llevar por los caminos que nos va mostrando el autor a través de los distintos capítulos del libro. Su amplia formación académica y experiencia en investigación, se ven reflejadas en el, así como su lado más personal
Qué maravilla de crónica, Erik